domingo, 23 de septiembre de 2012

Peregrinaje a la Ciudad Celeste


"Al Cruzado se le prometía la posesión de la 'gloria absoluta' —gloire asolue— el 'reposo' en el paraíso -en el rudo lenguaje guerrero de ese tiempo: conquerre lit en paradis- o sea la misma 'confortación' sobrenatural, de la cual habláramos en el Corán. A tal respecto Jerusalem, meta de la conquista cruzada, se presentaba en el doble aspecto de una ciudad terrena y de una ciudad celeste, y la Cruzada se convertía en el equivalente en términos de tradición heroica, del 'rito' de un peregrinaje, y de la 'pasión' de un via crucis. Por lo demás los pertenecientes a las Ordenes que mayor contribución dieron a las Cruzadas -por ejemplo los Caballeros del Templo y de San Juan- eran hombres que, como el monje o el asceta cristiano, 'habían aprendido a despreciar la vanidad de esta vida: en tales Ordenes se retiraban los guerreros que estaban cansados del mundo y que habían visto de todo y gustado de todo' de tal forma, de dirigir ya su espíritu hacia algo más alto. La enseñanza de que vita est militia super terram, podía realizarse en ello de manera integral, interna y externa".

EVOLA, Julius; "La Grande y la Pequeña Guerra Santa", 1934.